ACERCA DEL BARRO.
Por: T.S.U. Enna Zavala M. PNI 15.699 21 de Julio de 2008.
Reseña elaborada en base a experiencias familiares.
Escribir acerca del barro es aceptar que procedemos de él, que hemos convivido juntos pero no hemos terminado de conocerlo, aún sabiendo que tiene muchas bondades y que este divino mineral es altamente aprovechable en muchos de las etapas que le toca vivir al ser humano, en este caso al falconiano.
Conozco el barro desde antes de nacer, puesto que mi mamá (Carmen Candelaria de Zavala), lo comía para satisfacer sus antojos cuando estaba embarazada de mi. Siempre recuerda y me cuenta que arrancaba los pedacitos de las paredes de la casa donde habitábamos. También me cuentan mis padres que yo lo comí bastante mientras gateaba, por lo cual me gané una nalgada.
Toda mi niñez la viví en una casa de barro y techo de cañón, con tejas rojas, por la cual mi papá pagaba 100 bolívares de alquiler. Eran dos casas, la de mi abuela materna y la otra que ocupaba con mis padres y hermanas. Ambas casas se comunicaban por el solar.
Recuerdo con claridad la casa de mi abuela (fallecida) María Thielen de Zavala, que me gustaba más que la mía. Era de torta, y cuando llovía con fuerza se caían algunos pedazos, pero mi papá la mandaba a reparar. Puedo evocar el pozo que hacía en el patio el señor Antero Laclé, (fallecido hace algunos años)
No sé de donde traían la tierra, si recuerdo que batían el barro con una escardilla, le picaban hierba y cagajón de burro; se metían en el y le daban con los pies. Los muchachos de la casa de vez en cuando metíamos las manos para disfrutar también la experiencia de ese mágico olor. De solo olerlo provocaba comerlo.
Mis sitios preferidos en la casa de mi abuela eran la cocina con su fogón de barro, el jardincito en la parte posterior y la sala, pero donde estaba la ventana grande que daba a la calle.
La cocina tenía el piso de tierra, pero siempre recogido y limpio. Mi mamá o mi tía le “rociaban” agua todos los días para que el polvo no se levantara. Allí molíamos y se cocinaba. Había dos orificios que servían de ventanas o respiraderos, por donde salía el humo del fogón, acompañando los olores de la comida, el café y los dulces. Aparte del fogón de barro y leña también había una cocina de kerosén, y la tinaja, por supuesto de arcilla, de la cual tomábamos el agua fresca, gustosamente en una totuma.
¿Y cuando llovía?. Ese olor a tierra mojada era algo indescriptible, causa sensación de plenitud, de vida, de grandeza; grandeza que no se compara con lo pequeña que era la casa de mi abuela ni con lo acogedor del patio y del jardín en el cual había una tinaja grande para regar las matas y hasta aprovechábamos para bañarnos.
En que otra cosa se aprovechaba el barro? Mi abuela sufría de dolencias en las piernas, y ella misma preparaba sus cataplasmas con este material para colocárselas en las rodillas y luego las vendaba. También es muy efectivo su uso en los remedios caseros, como el caso de las picadas de cacuros y abejas. Algunas personas humedecen un poquito de tierra con orine y lo aplican para aliviar el dolor y la hichazón.
En la actualidad, se utiliza la arcilla para mejorar problemas de la piel como el acné, la mala circulación sanguínea e hinchazones.
El barro tiene diversos usos en el renglón doméstico: Si contiene piedras pequeñitas, se puede utilizar para blanquear las ollas y sartenes, ayudándose con una esponja; también los animales se sumergen en el para refrescarse o aliviar alguna herida. Como implemento de juego, es usado por los niños para fabricar casitas y animalitos, y en los carnavales, se podía ver a las personas jugando con barro.
El barro tiene la virtud de sensibilizarnos con su contacto y olor, lástima que tan agradable olor no haya penetrado en cada una de las conciencias falconianas, especialmente las corianas, para que vivan abiertas a su conservación y no renieguen de ese pedazo de barro que es cada uno de nosotros.
Unas cuantas veces he escuchado a personas imprecar en contra de las casas de barro, porque según y que son de pobres, porque cuesta repararlas, que están pasadas de moda, o cualquier invento X. Lo que no saben esas personas que también los pobres tienen tranquilidad dentro de estas casas.
Me pregunto que tal andan las conciencias de aquellos que teniendo título han hecho muy poco por defender nuestras casas de barro, patrimoniales o no, ubicadas en el centro histórico, en un humilde sector de la ciudad o en cualquiera de los ejes que dividen al estado Falcón.
Y qué decir de las manos que trabajan nuestro barro?. Esas si tienen conciencia, para laborar día a día con amor más sin tener la seguridad de que su trabajo será debidamente reconocido pero si indebidamente pagado, mostrado al mundo pero de espaldas al reconocimiento y amparo social que se merecen como ciudadanos que año tras año han amasado tierra y cariño, tierra y saberes, tierra y sudor, tierra y espera.
TRABAJO DE INVESTIGACIÓN REALIZADO CONJUNTAMENTE CON EL LCDO. JOSÉ MILLET Y LAS PASANTES DE LA UNEFA NORELI CALATAYUD Y CAROLINA SUÁREZ.
T.S.U. ENNA ZAVALA MEDINA
MARZO 2009.
CONVERSACIÓN CON EL MAESTRO JESUS “CHUCHO” COELLO.
Nacido en El Isiro, el 05/08/1929. Vivió en esta región hasta el año 1941, trasladándose luego a Coro, Barrio Monteverde, específicamente a la Calle Borregales, cerca del Caserío La Rinconada, actualmente Urbanización Ampíes. En el año 1942 se muda a la calle Progreso, a la misma casa donde aún vive. Se casó en 1950 con la Señora Miguelina Pimentel de Coello, con quien procreó 7 hijos, 2 varones y 5 mujeres.
Aprendió desde muy joven el oficio de artesano del barro, y sus amplios conocimientos lo han hecho acreedor del título de Patrimonio Viviente, otorgado por la UNESCO.
Con sus 80 años el Maestro Chucho mantiene su cotidianidad con bastante actividad, levantarse a las 4:00 a.m., aseo, repasar el Capítulo XII de San Juan (lo recita de memoria), para luego tomar el café que el mismo prepara. Su actividad incluye revisar la casa antes de salir, pasea hasta la acera, llegando hasta la esquina y regresa a la casa hasta la hora de irse al trabajo. No desayuna. Cumple su rutina de trabajo de 8:00 a 11:00 de la mañana, haciendo el trayecto desde su casa a su sitio de labores a pie. Regresa para el almuerzo y luego reposa en su chinchorro. El resto del día lo pasa en casa, lo visitan sus hijos y algunos amigos. Le gusta mirar la televisión, sobre todo las películas mexicanas. Se retira a dormir temprano para iniciar también temprano las labores del día siguiente.
Chucho conoce muchos rincones de Coro y La Sierra, sabe de la historia de las casas de barro tanto del barrio como del casco histórico, de las familias que las han habitado, que hacían y porqué están ahora solas. Opina que es un poco de egoísmo que esas casas tan grandes y bonitas se mantengan cerradas, “así se caen mas rápido”.
Actualmente realiza trabajos de supervisión en el Museo Diocesano y en la sede de la Escuela de Medicina UNEFM, Edificio Santa Ana. Desde que trabaja, solamente ha dependido de su sueldo, no cuenta con un amparo social que le permita, por sus años y por la labor que ha desempeñado, contar siquiera con una pensión de vida o de merito.
A quien le pueden importar los años y la experiencia de Chucho hasta el punto de gestionarle un beneficio que le permita apoyarse social y económicamente?. Esta realidad la vive su familia y sus alumnos ayudantes, quienes comparten cada día de su vida y de su trabajo.
ALUMNOS Y AYUDANTES DEL MAESTRO “CHUCHO COELLO”.
EDUARDO GUANIPA. Nacido en Coro, en la Maternidad “Oscar M. Chapman”, el 25-01-1960, de padre churuguarero y madre coriana. Además de ser alumno de Chucho es su yerno, casado con su hija Maritza desde hace 18 años, con la cual ha procreado 02 hijos.
Su familia se conformó con 4 hermanas, (fallecida 1). Es el único varón.
No continuó sus estudios (hasta 4to. Año de bachillerato), debido a problemas económicos. Surgió su necesidad de trabajo y se fue a Valencia, donde permaneció por 03 años. Aprendió a trabajar con el barro por su conexión con el señor Chucho. Expresa que “quien trabaja con barro siempre tiene que hacer”, pero hay que buscar al que mas sabe, para seguir aprendiendo.
Agradece al Señor Chucho, su suegro, por lo que le ha enseñado, lo cual le ha permitido mantenerse económicamente pero solamente percibiendo un sueldo. Manifiesta preocupación por la poca atención que reciben en cuanto a beneficios sociales, ha trabajado siempre como contratado o subcontratado sin percibir alguna ayuda que le permita posteriormente contar al menos con una pensión
JESÚS REVILLA. Cabureño de nacimiento, de fecha 28-04-1948. Lo que ha aprendido del barro es gracias al señor Chucho Coello, a quien conoce desde muy joven.
Actualmente vive en Los Claritos, en el sector que se denominaba Cabudare. Disfruta el trabajo que ejecuta, desde siempre le ha gustado trabajar con barro aunque a veces no le paguen lo que en realidad cuesta la obra. Aspira que todos los artesanos sean tomados en cuenta en lo que respecta a mejorar el aspecto social que contempla su trabajo: cuota del seguro, oportunidad de pensionarse, y otros.
JOSÉ OLLARVES: Coriano y vecino del señor Chucho Coello. Nacido en fecha 01-01-1968, y trabaja con Chucho desde que tenía 17 años. Empezó haciendo adobe, se siente satisfecho de trabajar con el barro, de poder aplicar los conocimientos que ha obtenido. En algunas oportunidades ha trabajado solo, sin el asesoramiento de Chucho, haciendo reparaciones a viviendas pequeñas, techos y otros detalles, sin embargo, dice “ No todas las personas saben valorar nuestro trabajo, el pago es bueno pero solamente se recibe el sueldo como subcontratados”.
Según palabras del Maestro Coello, este alumno tiene un buen nivel de aprendizaje, por lo que siempre lo mantiene entre sus ayudantes.
RUBÉN REYES: nacido En Coro, el 04-11-1977. Tiene 02 años trabajando con barro, y lo hace por que le llamó la atención conocer este material y el tipo de construcciones que podía hacer. También ha estado aprendiendo con el Señor Chucho Coello.
EMILIO GARMENDIA: Coriano nacido en fecha 16-10-1969. Tiene 15 años de conocimiento y trabajo sobre el barro. De la noche a la mañana le gustó esta técnica, considera que “deberían hacer mas casas de barro”. Económicamente le resulta mejor trabajar por su cuenta que contratado, recibe mejor paga.
ANGEL FERRER: Es uno de los trabajadores más jóvenes. Con la técnica del barro tiene apenas 05 años y le satisface lo que ha aprendido; sus conocimientos los ha obtenido con el señor Chucho Revilla (ayudante de Chucho Coello). Piensa que “al trabajar con tus manos, le das mas valor a lo que haces”.
JUAN REYES OLLARVES: Oriundo de Coro, del 01-06-1956. Trabaja con el barro desde hace 15 años, su anterior empleo era de panadero. Aprendió con el maestro
Chucho Coello. Se siente bien pagado y reconocido su trabajo, aunque esté contratado sin percibir ningún beneficio.
ALEXANDER GOITÍA: Natural de Coro, de fecha 14-09-1979. En la obra que ejecutan está encargado de madurar la cal, según lo que ha aprendido de sus compañeros. Lo reglamentario son 04 días, pero mientras mas tiempo pase, mucho mejor. Se sintió motivado a conocer del trabajo del barro por la conformación de las casas del centro histórico, pensaba que “algún día tendría la oportunidad de trabajar allí”. Este empleo le resulta satisfactorio.
MARTÍN RODRÍGUEZ: Es Pedregalero, pero trabaja y vive en Coro desde hace 29 años. Su trabajo es de Entejador, y según palabras de Chucho Coello, es el mejor que se consigue en la ciudad. Aprendió este oficio con el señor Valois Ramírez, en Pedregal.
ARQUITECTO JOSENNYA NOROÑO: Natural de Paraguaná pero se considera serrana debido a que transcurrió su niñez en esta región. Presta sus servicios en la Oficina de Atención a Coro y La Vela, adscrita al IMP. Siente apego hacia el barro debido a que su familia vivía en casas de barro, tanto la materna como la paterna, y ella creció en ese entorno. Recuerda que la casa la reparaba un señor que le llamaban Erasmito, por lo pequeño de su estatura, motivo por el cual ella le tomó confianza hasta el punto que se metía en el pozo que el mencionado hacía para efectuar dicha reparación y dirigir el trabajo. A pesar de que durante sus estudios tuvo contacto con el cemento, la tesis que elaboró fue basada en el barro, y tuvo como escenario el centro histórico de Santa Lucía, en Maracaibo. Fue su reencuentro con este material.
En su imaginación está desarrollar un programa que ella llama “Juguemos con el barro”, con la finalidad de despertar en los niños y jóvenes el sentido de pertenencia, ayudarlos a que se identifiquen con el barro y sus variedades.
Explica que el mantenimiento de las casas de barro resultaría menos costoso si se aplicara mas a menudo la limpieza, principalmente en los techos, que son los que mas sufren en tiempo de lluvia. Decaen las viviendas porque carecemos de la cultura de mantenimiento, un material va sustituyendo a otro precisamente por que poco nos preocupamos del sostenimiento de las mismas. Debemos fomentar en los mas jóvenes el amor hacia estas construcciones.
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