viernes, 3 de abril de 2009

Acerca del barro, por la TSU Enna Zavala

ACERCA  DEL BARRO.

Por: T.S.U.  Enna  Zavala M.                      PNI 15.699                21 de Julio de 2008.

Reseña elaborada en base a  experiencias  familiares.

 

 

Escribir acerca del barro  es aceptar que procedemos de él, que hemos convivido  juntos pero no hemos terminado de conocerlo,  aún sabiendo que  tiene muchas bondades y que  este  divino mineral  es altamente aprovechable  en muchos de  las etapas que le toca vivir al ser humano, en este caso al falconiano.  

 

Conozco el barro desde antes de nacer, puesto que mi mamá (Carmen Candelaria de Zavala),  lo comía  para satisfacer sus antojos cuando estaba embarazada de mi. Siempre recuerda y me cuenta que  arrancaba los pedacitos de las paredes de la casa donde habitábamos.   También me cuentan mis padres que  yo lo comí bastante mientras gateaba, por lo cual me gané una  nalgada. 

 

Toda mi niñez la viví en una casa de barro  y  techo de cañón, con tejas rojas,  por la cual mi papá pagaba 100 bolívares de alquiler.   Eran dos casas,  la de mi abuela materna y  la otra que ocupaba con mis  padres y  hermanas.  Ambas casas se comunicaban por el solar. 

 

Recuerdo con claridad  la casa de mi abuela (fallecida) María Thielen  de Zavala,  que me gustaba más que  la mía.  Era de torta, y cuando llovía con fuerza  se caían algunos pedazos, pero mi papá la mandaba a reparar.  Puedo evocar  el pozo  que hacía  en  el patio el señor Antero Laclé,  (fallecido  hace algunos años)  

 

No sé de donde traían la tierra,  si recuerdo que batían el  barro con una escardilla, le picaban  hierba  y cagajón de burro;  se metían en el y le daban con los pies.  Los muchachos de la casa de vez en cuando metíamos las manos  para disfrutar también  la experiencia  de ese mágico olor.   De solo olerlo provocaba  comerlo.

 

Mis sitios preferidos en la casa de mi abuela eran la cocina con su fogón de barro,  el jardincito  en la parte posterior y  la sala,  pero donde estaba la ventana grande que daba a la calle.

 

La cocina tenía el  piso de tierra, pero siempre recogido y limpio.  Mi mamá o mi tía le “rociaban” agua todos los días para que el polvo no se levantara.  Allí molíamos  y se cocinaba. Había dos orificios que servían de ventanas o respiraderos, por donde salía el humo del fogón,  acompañando los olores de  la comida, el café y los dulces. Aparte del fogón de barro y leña también había una cocina de kerosén,  y la tinaja, por supuesto de arcilla,  de la cual tomábamos el agua fresca, gustosamente en una  totuma.

 

¿Y cuando llovía?.  Ese olor a tierra mojada  era algo indescriptible, causa sensación de plenitud, de vida, de grandeza;  grandeza que no se compara con lo pequeña que era la casa de mi abuela ni con lo acogedor del patio y del jardín  en el cual  había una tinaja grande para  regar las matas   y hasta aprovechábamos para bañarnos.

 

En que otra cosa se aprovechaba el barro?  Mi abuela  sufría de dolencias en las piernas,  y ella misma  preparaba sus cataplasmas con este material para colocárselas en las rodillas y luego las vendaba.   También es muy efectivo su uso en los remedios caseros, como el caso de las picadas de  cacuros  y  abejas.  Algunas personas humedecen un poquito de tierra con orine y  lo aplican para aliviar  el dolor y  la hichazón.

 

En la actualidad, se utiliza la arcilla para mejorar  problemas de la piel como el  acné, la  mala circulación sanguínea e hinchazones. 

 

El barro tiene  diversos usos en el renglón doméstico: Si contiene piedras pequeñitas, se puede utilizar  para blanquear las ollas y sartenes, ayudándose con  una esponja;  también los animales se sumergen en el para refrescarse o  aliviar alguna herida.    Como implemento de juego, es usado por los niños para fabricar casitas y animalitos, y  en los carnavales, se podía ver  a las personas jugando con barro.

 

El  barro tiene la virtud de  sensibilizarnos con  su contacto y   olor, lástima que tan  agradable olor no haya penetrado en   cada una de las conciencias falconianas, especialmente las corianas,  para que vivan abiertas a su conservación  y no renieguen de   ese pedazo de barro que es cada uno de nosotros.

 

Unas cuantas veces  he escuchado  a personas  imprecar en contra de las casas de barro,  porque según y que son de pobres, porque cuesta repararlas,  que están pasadas de moda,  o cualquier  invento X.   Lo que no  saben  esas personas que también los pobres  tienen tranquilidad dentro de estas casas. 

 

  Me pregunto  que tal andan las conciencias  de aquellos que teniendo  título  han hecho muy poco  por defender nuestras casas de barro,  patrimoniales o no, ubicadas en  el centro histórico, en  un humilde sector de la ciudad o en cualquiera de  los ejes que dividen al estado Falcón.

 

Y  qué decir   de las manos que trabajan nuestro barro?.   Esas si tienen conciencia, para  laborar día a día con amor más  sin tener la seguridad de que su trabajo será  debidamente reconocido  pero si indebidamente pagado,  mostrado al mundo  pero de espaldas al reconocimiento y amparo  social que se merecen  como ciudadanos que año tras año han amasado  tierra y cariño, tierra y saberes,   tierra y sudor,  tierra y espera.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

TRABAJO DE INVESTIGACIÓN REALIZADO CONJUNTAMENTE CON EL LCDO. JOSÉ MILLET Y  LAS PASANTES DE LA UNEFA  NORELI CALATAYUD Y CAROLINA  SUÁREZ.

T.S.U. ENNA ZAVALA MEDINA

MARZO 2009.

 

CONVERSACIÓN CON EL  MAESTRO  JESUS “CHUCHO” COELLO.

 

Nacido en El Isiro,  el 05/08/1929.  Vivió en esta región hasta el año 1941, trasladándose  luego a Coro, Barrio Monteverde, específicamente a la Calle Borregales, cerca del Caserío La Rinconada, actualmente  Urbanización Ampíes.  En el año 1942 se muda a la calle Progreso, a la misma casa donde aún vive.  Se casó en 1950 con la Señora  Miguelina Pimentel de Coello, con quien procreó 7 hijos, 2 varones y 5 mujeres.

 

Aprendió desde  muy joven el oficio  de artesano del barro, y sus  amplios conocimientos  lo han hecho acreedor  del título de  Patrimonio   Viviente, otorgado por la UNESCO.

 

Con sus 80 años  el Maestro Chucho mantiene su cotidianidad con bastante actividad, levantarse a las 4:00 a.m.,  aseo, repasar  el Capítulo XII de San Juan (lo recita de memoria), para luego tomar el café que el mismo prepara.   Su actividad incluye  revisar la casa antes de  salir,  pasea  hasta la acera, llegando hasta la esquina y regresa a la casa hasta la hora de irse al trabajo.  No desayuna.  Cumple su  rutina   de trabajo  de 8:00 a 11:00  de la mañana,  haciendo el  trayecto desde su casa a su sitio de labores a pie.  Regresa para el almuerzo  y luego reposa en su chinchorro.    El resto del día  lo pasa en casa, lo visitan sus hijos y algunos amigos.   Le gusta mirar la televisión, sobre todo las películas mexicanas.   Se retira a dormir temprano para iniciar también temprano las labores del día siguiente.

 

Chucho conoce muchos rincones de Coro y La Sierra, sabe  de la historia de las casas de barro tanto del barrio como  del casco histórico,  de las familias que las han  habitado, que hacían  y porqué están ahora solas.    Opina que es un poco de egoísmo que  esas casas tan  grandes y bonitas se mantengan cerradas,  “así se caen mas rápido”.

 

Actualmente  realiza trabajos de  supervisión en el  Museo Diocesano  y en  la sede de la Escuela de Medicina UNEFM,  Edificio Santa Ana.   Desde  que trabaja,  solamente ha dependido de su sueldo,  no cuenta con un amparo social  que le permita, por sus años y por la labor que ha desempeñado, contar siquiera con una pensión de vida o de merito.   

 

 A quien le pueden  importar los años y la experiencia de Chucho hasta el punto de gestionarle un  beneficio que le permita apoyarse  social y económicamente?.  Esta realidad la  vive su familia y sus alumnos ayudantes,  quienes  comparten  cada día de su vida y de su trabajo.

 

 

 

ALUMNOS Y  AYUDANTES DEL MAESTRO “CHUCHO COELLO”.

 

 

EDUARDO  GUANIPA.   Nacido en Coro, en la Maternidad  “Oscar M. Chapman”, el 25-01-1960, de padre  churuguarero y madre coriana.    Además  de ser alumno de Chucho es su yerno,  casado con  su hija Maritza desde hace 18 años, con la cual ha procreado 02 hijos.

 

Su familia  se conformó con 4 hermanas, (fallecida 1).  Es el único varón.

 

No continuó sus estudios (hasta 4to. Año de bachillerato),  debido  a  problemas económicos.  Surgió su necesidad de trabajo y se fue a Valencia, donde permaneció por 03 años.    Aprendió a trabajar con el barro  por su conexión con el señor Chucho.  Expresa que “quien trabaja con barro siempre tiene que hacer”, pero hay que buscar al que mas sabe, para seguir aprendiendo.

 

Agradece al Señor  Chucho, su suegro, por lo que le ha enseñado, lo cual le ha permitido mantenerse  económicamente  pero  solamente percibiendo un sueldo.  Manifiesta  preocupación por la poca  atención   que reciben en cuanto a  beneficios sociales,  ha trabajado siempre como contratado o subcontratado sin percibir  alguna  ayuda  que le permita  posteriormente   contar al menos con una pensión        

 

 

JESÚS REVILLA.  Cabureño de nacimiento, de fecha 28-04-1948.  Lo que ha aprendido del barro  es gracias al señor Chucho Coello, a quien conoce desde muy joven.

 

Actualmente vive en Los Claritos,  en el sector que se denominaba Cabudare.  Disfruta  el trabajo que ejecuta, desde siempre le ha  gustado trabajar  con barro  aunque a veces no le paguen  lo que en realidad cuesta la obra.  Aspira que todos los artesanos sean tomados en cuenta  en lo que respecta a mejorar  el aspecto social que  contempla su trabajo: cuota del seguro, oportunidad de pensionarse, y otros.

 

JOSÉ OLLARVES:   Coriano y vecino del  señor Chucho Coello.  Nacido en fecha 01-01-1968,  y trabaja con Chucho desde que tenía 17 años.  Empezó haciendo adobe, se siente satisfecho de trabajar con el barro, de poder aplicar los conocimientos que ha obtenido.  En algunas oportunidades ha  trabajado solo, sin el asesoramiento de  Chucho,  haciendo reparaciones a viviendas pequeñas, techos y otros detalles, sin embargo, dice “ No todas las personas saben valorar nuestro trabajo,  el pago es bueno   pero solamente   se recibe el sueldo como subcontratados”.

 

Según palabras del Maestro  Coello,  este alumno tiene un buen nivel de aprendizaje, por lo que  siempre lo mantiene  entre sus ayudantes.    

 

 

RUBÉN REYES:  nacido En Coro, el 04-11-1977.  Tiene 02 años trabajando con barro, y lo hace por que  le llamó la atención conocer este material  y el tipo de construcciones que  podía hacer.  También ha estado aprendiendo con el Señor Chucho Coello.

 

EMILIO GARMENDIA:  Coriano nacido en fecha 16-10-1969.  Tiene 15 años de conocimiento  y trabajo sobre el barro.  De la noche a la mañana le gustó esta técnica, considera que  “deberían hacer mas casas de barro”.  Económicamente le resulta  mejor trabajar por su cuenta que contratado, recibe mejor paga.     

 

 

ANGEL FERRER:   Es uno de los trabajadores más jóvenes.  Con la  técnica del barro tiene apenas 05 años y le satisface lo que ha aprendido;   sus conocimientos los  ha obtenido con el señor  Chucho  Revilla (ayudante de Chucho Coello).      Piensa que  “al trabajar con tus manos, le das mas valor  a lo que haces”.

 

JUAN REYES OLLARVES:   Oriundo de Coro,  del 01-06-1956.  Trabaja con el barro desde hace 15 años, su anterior  empleo  era de panadero.   Aprendió con el maestro

Chucho Coello.  Se siente bien pagado y reconocido su trabajo, aunque  esté contratado sin percibir ningún beneficio.

 

ALEXANDER GOITÍA:    Natural de Coro,  de fecha 14-09-1979.    En la obra que ejecutan  está encargado de madurar  la cal, según lo que ha aprendido de sus compañeros.  Lo reglamentario son 04 días, pero mientras mas tiempo pase, mucho mejor.  Se sintió motivado a conocer del trabajo del barro por la conformación de las casas  del centro histórico, pensaba que “algún día tendría la  oportunidad de trabajar allí”.  Este empleo le resulta satisfactorio.

 

 

MARTÍN RODRÍGUEZ:   Es Pedregalero,  pero trabaja y vive en Coro desde hace 29 años.  Su trabajo es de Entejador,  y según palabras de Chucho Coello, es el mejor que se consigue en la ciudad.  Aprendió este oficio con  el señor Valois Ramírez, en Pedregal.

 

 

ARQUITECTO JOSENNYA NOROÑO:  Natural de  Paraguaná  pero se considera serrana  debido a que transcurrió su niñez en esta región.  Presta sus  servicios en la Oficina  de Atención  a Coro y La Vela, adscrita al IMP.   Siente apego  hacia el barro  debido a que  su familia vivía en   casas de barro, tanto  la  materna como la paterna, y ella creció  en ese entorno.  Recuerda que  la casa la reparaba un señor que le llamaban  Erasmito, por  lo pequeño de su estatura,  motivo  por el cual  ella le tomó confianza  hasta el punto que se metía en el pozo que el mencionado  hacía  para  efectuar dicha reparación y dirigir el trabajo.    A pesar de  que durante sus estudios  tuvo contacto con  el cemento, la tesis que elaboró  fue basada en el barro, y tuvo como escenario  el centro histórico de Santa Lucía, en Maracaibo.  Fue su reencuentro con este material.

 

En su imaginación está desarrollar  un programa que ella llama “Juguemos con el barro”, con la finalidad de despertar  en los  niños y jóvenes el sentido de  pertenencia, ayudarlos a que se identifiquen con  el barro y sus variedades.

 

Explica que el mantenimiento de  las casas de barro resultaría menos costoso si se aplicara  mas a menudo la limpieza, principalmente en los techos, que son los que  mas sufren  en tiempo de lluvia.   Decaen  las viviendas porque carecemos de la cultura  de mantenimiento,  un material va sustituyendo a otro precisamente por que  poco nos preocupamos  del sostenimiento  de las mismas.  Debemos fomentar en los mas jóvenes  el amor hacia estas construcciones. 

                                                            

 

       

 

 

 

 

  

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